Según Aristóteles, la finalidad del hombre es conseguir la felicidad. Dado que éste se distingue justamente por poseer la facultad de la razón, la felicidad humana consistirá en perfeccionar al máximo esta facultad. Vivir bien equivale, pues, a vivir conforme a la razón, que es el rasgo superior de lo humano. Sin embargo, no siempre actuamos conforme a los dictados de nuestra razón, a menudo nos dejamos llevar por nuestro lado pasional, la parte apetitiva y no siempre obtenemos la felicidad actuando de este modo, sino que, por el contrario, nos creamos problemas de difícil solución . Es por ello que hay que ser racional y ejercitar las virtudes y, en especial, corregir los excesos.
La felicidad es la actividad del hombre conforme a la virtud. A través de las virtudes el ser humano domina su parte irracional.
Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte irracional del alma y regular las relaciones entre los hombres. Las virtudes éticas más importantes son: la fortaleza, la templanza, la justicia.
Las virtudes dianoéticas se corresponden con la parte racional del ser humano, siendo, por ello, propias del intelecto . Su origen no es innato, sino que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza. Las principales virtudes dianoéticas son la inteligencia y la prudencia.
La virtud es un hábito de carácter racional, y según Aristóteles consiste en el justo medio. Respecto a la valentía, el justo medio está entre la cobardía y la osadía. Pero además, somos cada uno de nosotros los que hemos de determinar dónde está nuestro justo medio. Ser generoso, por ejemplo, no es lo mismo para una persona rica que para una persona pobre.
Por último, al igual que para su maestro, el ser humano es social por naturaleza, y llega a definirlo como : "..el hombre es por naturaleza un animal político". Por ello, no debe haber ética sin política ni viceversa.
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